Viví en Buenos Aires un par de meses, en la Avenida
Corrientes número 6011, al lado de la estación del subte Dorrego. A veces salía
de noche a pasear, no muy acosenjable en
esta ciudad por la inseguridad ciudadana. En Argentina hay muchos asesinatos y
la corrupción campa a sus anchas, tanto en la judicatura como en la policía y
también entre los políticos.
A las doce de la noche, al lado de mi casa pasaba el tren de
los cartoneros para llevarlos al
extrarradio y allí confluían un número elevado de estos recuperadores urbanos.
Los cartoneros van recogiendo el material reciclable que
encuentran por la ciudad y después lo venden para cobrar un salario. Surgen
después de la crisis del corralito en 2001, a mucha gente no le quedó otra
opción que salir a la ciudad a recoger cartón porque lo habían perdido todo (en
2002, se calculó que había alrededor de 40.000 cartoneros trabajando en Buenos
Aires).
Allí se encontraban todos los cartoneros con esos pesados
carros hasta arriba de material, a la espera de que pasara el tren de los
cartoneros o tren blanco, un tren exclusivo para que ellos puedan montar sus
carros. Al salir a la calle y pasar por delante de ellos, veías hasta niños que
te pedían dinero a la voz de “Vos, dame un peso”.
La escena impactaba al igual que impacta Buenos Aires, una ciudad
que cuenta con una clase social empobrecida, un taxista me lo decía, es el
propio país el que no te deja avanzar,
progresar. Allí estaba yo, al lado de decenas de cartoneros a la espera
de ese tren útil pero marcado por el motivo de su creación.
Desde el 2001, que fue cuando estalló la crisis del
corralito, los cartoneros han progresado gracias a la MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) y la FACCyR
(La federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores), que luchan
por la defensa de los derechos y el reconocimiento del valor ambiental y social
de la labor que desarrollan.
La pobreza se hace palpable al ser rodeado por estos
trabajadores, una sensación que también tuve cuando viajé a Marraquech, la
pobreza te golpea en la cara, te agita la mentalidad europeísta del “Estado del
bienestar”, la pobreza es más visible que en España, aquí tenemos pobreza pero
no se puede comparar.
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